Muchos dicen que “con mi arte tengo”, pero nadie se ha percatado que de arte no se tiene nada. Los movimientos artísticos actuales están llenos de bellas mentiras banales que cobijan mentes desordenadas, que a su vez termina siendo manipuladas. –Con mucho respeto al colectivo-. Los imposibles son un arte y vivir sin arte es un imposible. Quizás con esta metáfora indecente, se podría afirmar que todo depende de estéticas abordadas por intérpretes que bombardean con imágenes y textos bien puestos que, con analogías difusas y aburridas, te dejan bien claro que lo verdaderamente vanguardista, al sepelio se ha ido. Sin embargo, El Teatro, El Cine y La Fotografía, podrían ser la base de estudio analíticas más idónea para trabajar en esto tiempos que la vanguardia misma yace en vida y muerte. La Fotografía depende del Cine y el Cine se alimenta del Teatro y, a su vez, La Fotografía del Teatro y El Teatro del Cine… y viceversa. Estas disciplinas han inspirado a un mundo entero para una constante creación que se sobrepone ante la existencia misma –“sigo creando, luego existo”- Esto muy bien te lo podría decir Quentin Tarantino en “Unglorious Bastards”, manipulando una interpretación catársica stalisknavskiana en Christoph Waltz, con encuadres fotográficos bien puestos y un guión tan persuasivo y aristotélico que por su nominación al Oscar respondió inquietudes a muchas ansiedades.

            Qué tan ligado estamos en Venezuela con estas disciplinas y su hermosa cohesión? La historia y su inverosímil estudio nos lo dirá. Al menos que pagues cantidades exabruptas de dinero en un Teatro convencional, para salir de una sala convencional , junto a gente muy convencional y te convenzan de crear acciones tan convencionales, de una peripecia convencional, que deje tu mente convencional  tan alienada de falsas ideas; o ir al Cine del “séptimo arte”, a pulular butacas con unos wayferrer 3D viendo al mismo actor haciendo la misma ambigüedad, con el mismo reparto, y con la misma intransigencia sin sentido, sin forma y sin color; o que la semiología visual de una simple fotografía te haga pensar en constreñir tu mente hasta que evacúes una ignorancia solapada con razonamientos inválidos.

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