Desde pequeña soñé con estar detrás de alguna pluma, la cual escribiría historias y anécdotas trascendentales, esas narraciones tendrían un tilde político y mordaz. Como mamá solía decir “para decir la verdad solo necesitas escucharte a ti, no dejar que nadie manipule tu forma de pensar” palabras que sin saberlo fueron creciendo en mi un criterio un tanto sátiro a la hora de expresarme sin temor a decir lo que “nadie desea escuchar” pero es necesario oír.
La esquinita de la curiosidad que desde temprano se infundó en mi debe su origen a aquellas poéticas travesías de Dante en su Divina Comedia, donde describe con tal exactitud mi visión del infierno “sin ojos” sin oídos, el no reconocer la verdad es lo que me impulsa a ir más allá, descubrir cada detalle de algún tema tabú la hace verdaderamente excitante. La hilarante y mordaz personalidad de filósofos tales como René Descartes hizo de mi una mujer con una fiel convicción a mis pensamientos “pienso luego existo” antes de abrir la boca y decir alguna información debemos saber la fuente.
Adicionalmente, puedo decir con un gran orgullo que mi inspiración se debe a mi padre. No es ningún dramaturgo o literario es simplemente el hombre que me enseñó el valor de la palabra más allá de cualquier obstáculo.
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