¡No sé qué escribir! – Felipe Rotjes

No sé qué escribir porque escribir no sé. No sé ni siquiera por qué el escribir y mucho menos si el escribir es un porqué. Hoy en día escribir es tan cotidiano que se pierde entre complejidades.

Yo leo a la gente con diferente acción del verbo leer y siento que ellos me leen como si expresión aparente y de parafernalias líricas confluyera con su introspección.

Y en eso, precisamente, mis influencias y referentes están aferrados a mis conductas. Son ellos los que hacen que yo viva la parodia de sus propias vidas. Son ellos los que hurgan en mi inconsciente onírico para referir mi conducta en sus pesares y que adoptemos estilo para que siga una secuencia atormentada llena de soledad.

Edgar Allan Poe es un mundano que plasmó ira, desilusión y agonía. Quizás mi periplo vivido es un kitsh de su historia muerta. Él me motivó a correlacionar mi ignorancia, mi capricho en su timidez, mi pesar en su avidez y mi ataque en su burla.

Siento que relatar estas cosas es una pérdida de tiempo y siento que ya ni siento. Me obligo a no sentir, porque para mí el amor es siempre la  espera de un ataque. ¿Por qué te hablo de amor si el amor solo termina bien en mis relatos y por eso no escribo nada decente?, porque soy un típico pseudo normal que no da vuelta atrás a sus improntas. Y todo eso lo conversé  con Milan Kundera, el mismo que vomitó la insoportable levedad del ser.

La gente me llama loco, pero todavía no se ha demostrado si la locura es, o no, la inteligencia más alta.

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