El humano también es un animal.
Todo se resume con el dicho de las abuelas: “no le hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran”. Es posible que ese sea el principio de vida más real y absoluto que se le pueda enseñar a un humano. Ya teniendo esta premisa en mente, y con la capacidad de razonar que caracteriza al humano, no es posible la concepción de maltrato hacia otro ser vivo.
Se comienza con el primer “periodicazo” al perro: en ese momento, el humano deja de ser objetivo y de llamarse “amante de los animales”; el daño ya se hizo y el animal, aunque no lo parezca, recuerda; su primer acto de maltrato.
Al tiempo, lo que muchos definirían como método de enseñanza, otros simplemente se limitarían a llamarlo abuso. El hecho de enseñar no implica que se realice a través de castigos; es que al igual que al humano, a los demás animales se les puede tratar con métodos específicos para obtener el mismo aprendizaje, pero libre de violencia.
Hay que comparar: si en algún momento el agravio ocurre en contra del Hombre, este podría ir a alguno de los organismos pertinentes y exponer su caso.
El organismo tomaría medidas y se encargaría del asunto, basándose en el testimonio de la persona. Ahora, en el caso de los animales, la cuestión no es tan sencilla.
Por ejemplo:
Recordemos el famoso caso del circo Thiany en Venezuela. Algunos trabajadores se dieron cuenta del maltrato que estaban sufriendo los animales antes, durante y después de las funciones por parte del dueño. Por ello, decidieron tomar medidas y denunciarlo antes las autoridades. Conclusión: el dueño simplemente agarró todas sus maletas huyendo de la denuncia, sin siquiera reparar en lo que estaba dejando atrás. Alrededor de 70 animales quedaron varados en el aeropuerto “La Carlota” en Caracas, junto a unos cuantos trabajadores y entrenadores.
Hubiera sido ideal que los animales hubiesen dado declaraciones al respecto. Al final, los que salieron, por decirlo de manera cotidiana, “con las tablas en la cabeza” fueron ellos. La domadora que quedó a cargo simplemente no reparó en artículos, y siguió con la gira que el circo tenía programada. Pero eso no justifica el abuso y el maltrato que reciben los animales cuando se preparan para una presentación.
El humano por defecto, clama ser una especie superior; cuando en realidad se trata de ser una especie diferente y evolucionada. Por eso se hace tan inconcebible entender la falta de respeto a la vida en general.
Es cuestión de entender que todos, absolutamente todos los habitantes de este planeta, no importa la especie, forman parte del mismo ecosistema, y que son necesarios para hacer que funcione y mantener un equilibrio.
Volvamos a los dichos de la abuela: “la vida es un precioso regalo, y hay que cuidarla de todas las maneras posibles”. Lo más sensato sería observarlo como una oportunidad de desarrollo invaluable para todos por igual.
Marión González
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